miércoles, 27 de junio de 2012

Una noche en el Prat

            Finalmente mis vacaciones parecen llegar a su fin. Uno se la pasa diciendo que podría estar tirado en una playa, panza arriba y bebiendo agua de coco toda la vida pero la realidad es que en algún momento se requiere de otra cosa. Algo de rutina, que es como una mantita que calienta los huesos cuando uno esta tirado en el sillón. Además, una mochila de veinte kilos (o diez, o lo que sea, da igual) al fin y al cabo cansa un poco. Es bonito encontrarle un lugar apartado en el cual ni se la vea por un tiempo; aun cuando es una compañera inseparable que ha recorrido diversidad de pueblos, aunque no tenga ningún sello.
            Y es así que emprendí mi lento y largo regreso. Primero un vuelo de diez horitas desde Bangkok a Moscú. Ese fue fácil. Un par de comidas, mas de cien paginas de esta nueva novela que me toca (La era de shiva, un crudo retrato del norte de India justo después de su independencia y la secesión con Pakistán), ¡una película! (al fin esta pesada computadora tiene una utilidad) y por supuesto, una siesta. En transito, en Moscú, el tiempo ya comienza a tomar otro ritmo. La diferencia entre las horas de vuelo y las que suelen marcar las agujas del reloj (en este caso viajo en contra del tiempo) empiezan a tener un peso en el cuerpo, una densidad. Pero consigo recargar mi computadora para otra película (que luego no voy a ver) y prosigo con la lectura de mi interminable libro de 450 páginas. El vuelo a Barcelona es casi una agonía. Primero, durante el embarque, veo gente colarse, incluso casi empujando a una mujer con su niño. Pienso: “los tai no son muuuuuy civilizados, pero eso no lo vería nunca”. Luego, gente que adrede se cambia de asiento, a sabiendas de que los van a mover… El primer mundo no me llama, la gente esta muy sucia en algunos lugares. Las cuatro horas del vuelo transcurren sin más, entre llantos de varios niños e irregularidades en mis dispositivos tecnológicos que ya ni vienen al caso.
            Llego a El Prat, esperanzado. Allí me recibirá, casi a medianoche, uno de mis mejores amigos, que vive en la ciudad y que hace casi exactamente un año que no veo. Se presenta un gran inconveniente. No está. No aparece. Es increíble que el lenguaje castellano es mucho mas nutrido que el inglés, sin embargo no encuentro una palabra mejor para la explicación que misscomunication, que vendría a ser algo asi como “una falla en la comunicación”. ¡¡EN EL SIGLO DE LAS COMUNICACIONES!! No hay problema. Solo debo buscar en mis mails su teléfono y su dirección. Pero en el espléndido aeropuerto de Barcelona no hay red inalámbrica libre. Debido al horario tampoco hay abierto un locutorio. Mis opciones empiezan a reducirse. Pienso: “¿otra noche en un aeropuerto? (ya cuento: Lima, Caracas y Singapur), ¡no way!”.
            El tiempo ya se convirtió en un actor imparcial. A esta altura da igual si son las doce o las dos de la mañana. Y bueno, me tomo un taxi. Es un gran sacrificio económico a esta altura (solo cuento con 250 euros y debo pagar un mes de alquiler del piso en Mallorca y supongo que algo de comida, supongo), pero… ¿a donde? Sé que por solo 2 euros llego en bus a Plaza Catalunya pero… ¿que hago allí? No le permito a mi mente aceptar la realidad y sigo dando vueltas con mi carrito repleto de equipaje, buscando a mi ángel guardián en Barcelona (mi teoría sobre los angeles guardianes quedara para otra exposición). Y allí recuerdo las grandes enseñanzas del vipassana: anicca, todo es impermanente y hay que aceptar las cosas como son pues en un instante serán distintas… Moraleja, debo buscar un buen sitio para quedarme aquí…
            Los asientos de espera no parecen muy cómodos. Siempre pienso esto, por qué no prevén este tema cuando construyen un aeropuerto. Es cierto que no da buena imagen, pero se sabe que la gente, bajo determinadas circunstancias, se queda a dormir allí. Solo un pequeño espacio separado para quien quisiera tirarse en el piso. Encuentro un lugar perfecto. El único defecto es que es como en un barcito que está cerrado por lo que sé perfectamente que al ser privado, siento que estoy haciendo algo incorrecto y si me ven, me sacan seguro. Pero había un sector en el que me parecía que seria invisible, con unos cojines muy cómodos. Noto que del otro lado, como afuera del bar (sector aeropuerto), hay contra una esquina dos jóvenes, que también medio camuflados, se tiraron ya con una bolsa o algo así. Trato de no perturbarlos, después de todo serán mis colegas esta noche. Casi sin pensarlo me quedo dormido.
Me despierto, veo el reloj: dormí una hora; nada mal, son ya las tres. Me quiero dormir nuevamente pero tengo unas insaciables ganas de mear. El dilema es que al estar en una zona del aeropuerto en la que no hay nadie, si alguien me viera, digo, algún empleado haciendo sus rondas, me delataría. Pero con el baño, como con Perón, no se jode. Voy al baño. Se me ocurre la idea más ridícula. Si me encierro en el último casillero del baño, con mis cosas, tal vez nadie me moleste. Ronda la idea en mi cabeza hasta que efectivamente ingreso en los servicios y percibo ese inconfundible aroma a baño limpio, a pinos de bosque canadiense, o algo asi. No es algo desagradable, pero no da para llegar al punto de dormir allí. Regreso a mi lecho de rosas y un par de minutos después lo siento. Es el sonido de los zapatos que aumenta en volumen, en proximidad. Es el sonido de la ley.
La mujer se comporta de manera muy amable. Me pide mi pasaporte y mi tarjeta de embarque y me explica que allí no puedo estar. Me retiro mientras escucho que también van tras mis colegas. No por el hecho en si, sino por la forma (como que se habían armado un re rancho, muy sudaca; aunque eran españoles, eh). Escucho que se levantan y protestan. No comprendo el sentido de estresarse por algo así. Los policías siempre son policías y siempre encuentran algo que se esta haciendo "mal" para corregirlo (es realmente muy fácil pensar como un policía). Parece que mi plan maestro se vino abajo, pues pruebo los asientos y es imposible encontrar una forma horizontal que no destruya algún hueso vital. Y allí se me ocurre la idea de escribir este texto.
Y así paso las horas, entre guardias de seguridad que no encuentran argumento para echarme de donde estoy y mi propia soledad, esa a la que ya estoy acostumbrado, esa con la que ya me siento cómodo. Esa que es como una manta calentita en una fresca noche de verano, tirado en el piso del aeropuerto del Prat, esperando que el alba cambie esta realidad impermanente.

domingo, 23 de octubre de 2011

NZ


UNO

Llegas a Auckland casi de casualidad, después de pasar un muy mal rato en Suiza por una multa que le pusieron a tu amigo en Inmigraciones y un calor enorme en Hong Kong, destinos extraños si los hay, que implica casi la pérdida del vuelo y una erogación de todos tus ahorros en un pasaje de salida del pais a donde vamos, por ley del departamento de inmigraciones de NZ; y sin tener ninguna conciencia del gran acontecimiento que está revolucionando al pais entero.

DOS

Al principio todo es nuevo: la cordialidad inmediata, el sentido de circulación en las calles (que parece una descripción más, pero aseguro que es realmente impactante), la tecnología. Los que conocen bastante el pais dicen que Auckland no es Nueva Zelanda. Se refieren a que los paisajes que acogen las múltiples islas tienen poco que ver con la artificialidad de esta ciudad, mezcla rara entre una arquitectura antigua, a la europea, y otra muy moderna, a la americana, con grandes e imponentes edificios que se ven a la legua. El diseño urbano de la ciudad delata una gran planificación. Repleta de parques que dibujan mucho verde por doquier y una flora diversa que llama la atención, con árboles de los que le crecen vida.

TRES

El inglés es el idioma que utiliza la gente para comunicarse. Si bien el pais está dividido entre los maories, el pueblo indígena originario, y los kiwis, los nativos aquí luego de la colonización inglesa, tanto la prestigiosa universidad como el nivel de vida cultural y económico que se vive son una tentación para los habitantes de los paises del sudeste de Asia, que no tienen las mismas posibilidades en sus respectivos estados y vienen en busca de un estatus mas elevado. Así que ya de por sí, la ciudad está plagada de etnias que hablan cada una su inglés, el idioma que se ha convertido en universal para la comunicación entre personas, pero cuya riqueza en la cual radicaba gran parte de su belleza se ha ido degradando hasta llegar al punto de convertir casi en ilegible un texto de Shakespeare. A pesar de esto, es precisamente por ese ambiente universitario que en la ciudad se respira un clima alegre; con gente que sonrie mucho y siempre saluda por la calle.

CUATRO

El mundial de rugby es el acontecimiento del momento aquí. Durante poco más de un mes, como auguran los carteles que predican el lema de la competición, “the World is here to play”, el mundo entero tiene los ojos puestos en estas pequeñas islas que se encuentran al margen del mapa-mundi, obnubiladas por su vecino canguro. Resulta que los All Blacks no ganan un mundial desde 1987, a pesar de mostrarse invencibles. A Australia, su eterno rival y gran potencia en este deporte, lo pasaron literalmente por encima; incluso mostrando errores relacionados con la presión, algo lógico en instancias tan importantes.

CINCO

Los partidos de las semifinales son transmitidos en vivo en la zona portuaria, en un gran predio en el que se montan un escenario para los espectáculos previos y pantallas gigantes. Diversidad de nacionalidades, edades y estilos se mezclan con la única idea de pasar un buen momento. Tras los encuentros, la gente se mueve descontrolada por las calles, con algarabía; en paz con todo y todos.

SEIS

En la semana, te encuentras en la casa de unos chilenos que viven aquí y te invitaron a tomar unas copas. De repente, conversando de cualquier cosa con un brasileño, te comenta al pasar que se coló en el partido entre Francia y Gales que puso a los azules en la final; que solo hay que saltar una valla de un metro. Una pena que te tienes que ir a otro pueblo porque necesitas trabajo de inmediato. Pero al otro día aparece la posibilidad de trabajar en el hotel un par de horas diarias para bancar la estadia; parece un buen intercambio y la oferta del brasileño para ver la impactante (única) final, en estos tiempos en que los espectáculos deportivos cobran una importancia sideral, empieza a sonar de otra manera.

SIETE

Después del almuerzo, salimos a la calle y nos encontramos un mundo de gente. Salvo unos pocos que lucen los colores galos, el resto de la ciudad está teñida de blanco y negro, los colores de la camiseta de los All Blacks; los colores históricos de este pueblo de guerreros que antes de cada partido intimidan a sus rivales con la danza que utilizaban para auto-motivarse antes de cada batalla; los colores que poco tienen que ver con los que le pusieron los britanicos a la bandera con la que quieren adueñarse de una identidad que está arraigada en las raices mas profundas de los habitantes. Caminamos con la masa de gente hacia el estadio que se encuentra en las afueras, a unos cinco kilómetros que dentro de un simple texto parecen muchos, pero entre la euforia y la locura se recorren en un santiamén.

OCHO

Lo que queda al final, es ver desde donde se pueda, el desenlace de esta historia. La recomendación es que no se lo pierdan.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Estilo Colonial

Cuando le comentas a alguien que estás viviendo aquí, en “la colonia”, de inmediato quieren conocer tu historia, saber cómo y por qué has llegado aquí. Describir la Colonia sigue siendo un gran desafío, a pesar de los dos meses de estadía. Lo primero que a uno se le ocurre mencionar de este pueblo a unos 45 kilómetros al sur de la capital de la isla, son las impresionantes playas de Es Trenc. Kilómetros de arena protegidos de la edificación característica de los lugares costeros. El pueblo forma una suerte de cabo que deja la sensación de encontrar océano en casi cualquier dirección en la que uno se mueva.

En los meses de verano pleno, el día se extiende hasta las diez de la noche aunque, según las costumbres europeas que veraniegan por estos lares, principalmente “guiris” –alemanes e ingleses–, el día de playa finaliza a la hora del té, y la cena no se extiende hasta después de las nueve. La calle que linda con el puerto es el lugar nocturno por excelencia. Una peatonal bien iluminada en donde se encuentran los principales negocios de comida ambientados de las formas más diversas.

Es muy fácil concluir que es, simplemente, el lugar perfecto para unas vacaciones tranquilas. Pero a medida que el tiempo va, inevitablemente, avanzando, comienza a aparecer la verdadera cara de este lugar en el que vive gente todo el año, hecho que tiene consecuencias notables en el comportamiento de sus habitantes. El primer fenómeno en mostrar esta conclusión es la puesta del sol. Durante el solsticio, a medida que la gravedad parece empujar el sol hacia el océano, da la sensación de que se producirá un perfecto atardecer de película, sobre el mar. Pero al acercarse más y más, el dibujo que se aprecia es una diagonal que invita a apostar si se producirá efectivamente el fenómeno o caerá sobre las tierras que se ven a lo lejos, en dirección a Palma. Dos meses después, debido a los fenómenos de rotación del planeta, el sol sí nos regala perfectos atardeceres a diario, que se pueden apreciar tanto desde la playa como desde el paseo costero que rodea todo el pueblo.

Todo el mundo avisa que “en septiembre se muere todo”. Si bien la premisa no es del todo cierta (porque el turismo interno –sobre todo la gente que posee algún piso aquí– y los jubilados le dan vida al lugar) sí se nota una merma con respecto a las multitudes de un par de meses atrás. A diferencia del verano argentino, en el cual la temporada arranca con multitudes en enero y luego va bajando en los meses sucesivos, aquí se inicia de manera leve en julio y es agosto el mes del estalle. La ilusión del cuento ceniciento tiende a desvanecerse. Por las calles ya no se ve tanta gente. El día comienza a extinguirse cada vez más temprano y la periodicidad con la que se limpian las playas de los vegetales que no quiere el mar, se alarga. La bipolaridad marcada por las estaciones climáticas influye directamente en el humor de los habitantes, quienes pueden mostrarse de la forma más amable y servil y al instante mostrar desconsideración total. Es por eso que al caer el verano la gente ya va cambiando también su personalidad, preparándose para el frío y la obscuridad que pronto el invierno traerá. Aunque también hay quienes aprecian de mejor manera los encantos de la tranquilidad que el verano no tiene. Por ejemplo la luna que, celosa de la rutina solar, aparece blanca y lejana por la tarde en lo más alto del cielo y se esconde, cerca del amanecer, bien cerca de la tierra, gigante y roja en la línea del horizonte, en donde el cielo se confunde con el mar mediterráneo.

A pesar de todo, los colonos siempre le preguntan a la gente de paso si regresarán, ya que los nuevos veranos siempre traerán nuevos viajantes que de alguna u otra forma influirán en los personajes de la colonia, esos seres extraños acostumbrados a la ciclotimia que imponen las estaciones del año.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La importancia de llamarse Ronaldo

“La importancia de llamarse Ernesto” es una de las obras más importantes del escritor inglés Oscar Wilde, que juega con el doble significado de la pronunciación de la palabra earnest (formal, serio) con el nombre propio Ernest y desnuda, como muchas otras obras del autor, la farsa de la alta sociedad de la Inglaterra de principios del siglo XX y sus presunciones clasistas.

El jugador portugués Cristiano Ronaldo declaró ayer tras el partido de champions contra el Dinamo Zagreb que le tienen “envidia” porque es guapo, rico y talentoso; simplemente así, y en ese orden. La belleza es una cualidad muy subjetiva que nos quita las ganas de plantear “aburridos e interminables” debates. La fortuna económica es un estándar también relativo, aunque seguramente será rico cualquier jugador de la primera división de un equipo de primera línea europeo; y desde luego, no es necesariamente una virtud. El talento es una capacidad que se puede desarrollar de manera más o menos simple con trabajo y esfuerzo pero que en el mundo del fútbol no son muchos los que tienen la suerte de poseerlo y amplificarlo. Definitivamente, Cristiano es talentoso, es muy difícil rebatirlo.

Sin embargo, hay una cualidad que Cristiano no nombra cuando se autodefine: la humildad. Esa virtud que escasea en estos días y que consta en ser conciente de nuestras virtudes y defectos, actuar en consecuencia de ellos y ser un ejemplo para los demás desde el comportamiento. El sabrá por qué no la menciona.

Hace bien recordar un poco a Ronaldo, el jugador brasileño que supo batir increíbles records, de todo tipo. Jugó en los dos clubes más grandes de España y de Italia, es el máximo goleador de la historia de los mundiales, además de haber ganado un par de ellos; pero por sobre todas las cosas, nos regaló durante unos diez años una gran variedad de bonitas jugadas, destacando sus cualidades técnicas y físicas –potencia, velocidad, capacidad de engaño–. Las sucesivas lesiones en su rodilla (que lo acosaron en la madurez y que finalmente lo alejaron definitivamente de las canchas) le demostraron que es precisamente una vida humilde la que al final cuenta para dejar una marca, un ejemplo dentro del mundo que uno integró, un legado; porque el dinero no compra la felicidad, y la belleza y el talento deportivo son parámetros que con el inevitable paso del tiempo se desvanecen. Ojala que algún día el Cristiano entienda cual es la importancia de llamarse Ronaldo y salga de ese mundo frívolo y elitista que se basa en el egocentrismo y la superficialidad de las cosas. Un mundo que es vacío y efímero. Ese día, si es que llega, Cristiano será Ronaldo y sí, será el mejor.

martes, 21 de junio de 2011

Mas del diario!

14 de junio

Palma; Son Sardina; Cala Ratjada

Palma es una gran ciudad en miniatura. Aún no hemos podido recorrerla demasiado pero por lo que vimos está dividida entre la parte del casco histórico, que vendría a ser el centro de la ciudad y tiene una pequeña playa que es la que usualmente utiliza la gente de aquí. Para el este se encuentra la playa del Arenal, a unos 10 minutos en bus, y el lugar en sí es puro reflejo de su nombre, pues son unos cuatro kilómetros de arena. Como la temporada fuerte aún no ha comenzado –la isla tiene mucho turismo interno y las vacaciones de verano comienzan en unos días-, aún no hay mucha multitud, pero la población de ingleses y alemanes que se acercan a buscar climas más cálidos va creciendo al igual que la apertura de puestos en los alrededores.
La movida nocturna se divide entre la parte del casco, en donde hay varios pubs para estar más tranquilo; y, al oeste, la zona del paseo marítimo, que es la avenida que linda con el puerto de guarda de embarcaciones de placer –el comercial está más al oeste aún-. Allí se encuentran los bares que te ofrecen “un chupito gratuito” para tentarte. Por supuesto los recorrimos de punta a punta para hacernos de los beneficios de ese sistema de marketing. También están en esta zona los boliches bailables, que no son muchos: Tito´s, en el cual despreciaron nuestra oferta de trabajo por no ser “italianos” y El Divino, en el que nacho trabajó (medio día).
Del resto se puede decir que es una ciudad como cualquier otra. Tiene el encanto de la parte colonial mezclado con el modernismo europeo. Y desde luego, las distancias en los mapas no coinciden con la realidad; la ciudad se puede caminar entera en un día (aunque con un poco de esfuerzo).
Nosotros estamos parando en Son Sardina, un pueblo en el que la mayoría de las casas son residenciales, a unos 8 kilómentros de Palma (muy lejos para los habitantes de aquí), al que se llega con muy fácil acceso, todo es autopista en la isla. La casa de fin de semana de los Moyá cuenta con dos plantas, todas las comodidades imaginadas, pileta y un gran parque que nos provee naranjas, limones y nueces a montones.
La semana pasada, hartos de no tener trabajo y de no hacer absolutamente nada, tomamos coraje para conocer alguna de las playas más alejadas, recomendada por Joan. Elegimos Cala Agulla, que es una playa a la que se accede por atrás de las dunas del pueblo de Cala Ratjada. El ingreso es hermoso pues sales de los médanos para entrar en una bahía muy pequeña y de turquesas aguas para nada profundas. Pero el progreso ha llegado aquí hace rato y los hoteles que están muy cerca alimentan de ingleses -cuyo comportamiento, bajo los ojos de Hernán, es idéntico-, latas de cervezas, reproductores de audio a gran volumen y deshechos de comida por doquier. Aún así, alejándose un poco, el lugar sigue siendo un paraíso. Lo negativo para pasear en la isla es que el servicio de transporte siempre tiene su último retorno a la capital demasiado temprano, teniendo en cuenta que el crepúsculo no se divisa sino después de las diez de la noche.
Y eso es todo por hoy.

viernes, 10 de junio de 2011

Uno mas periodistico....


A las calles!

Los indignados de la Plaza Catalunya comienzan a levantar el campamento. La charla-debate a cargo de Arcadi Oliveras, profesor de economía, se suspendió por la torrencial lluvia que comenzó a caer en el atardecer del martes sobre Barcelona. Una verdadera pena porque por la mañana Albert me había dicho que “era el que valía la pena escuchar”.
Albert pertenece al sindicato de los trabajadores telefónicos desde hace veinte años. Hace un par de meses el gremio contaba con 75 mil empleados; hoy se ha reducido a unos 20 mil y la cúpula del sindicato ya firmo el ERO que es el acuerdo con las patronales, a través del cual se negocian los despidos, y que generará unos 6 mil nuevos desempleados próximamente. Las patronales son principalmente Movistar y Vodafone y forman un oligopolio en el que cada empresa cuenta con una porción del negocio, de manera que, pase lo que pase, todas salen siempre ganando en la distribución de las ganancias.
Esta carpa es la única en la que hay un sindicato porque, en general, son comisiones que se juntan a discutir la manera en la que la crisis, y las decisiones políticas que han surgido a partir de ella, los ha afectado y cómo pueden afrontar los nuevos desafíos en cada rubro.
Albert cuenta que después de varios debates han considerado que el acampe en la plaza ya cumplió un ciclo y ahora tienen que encontrar nuevas formas de canalizar las propuestas. Es por eso que levantan todo y comienzan a militar en los barrios, para intentar crear una conciencia en la sociedad. Mientras me habla, un linyera pasa cerca e investiga un paquete de cigarrillos que está apoyado en una silla. Albert le dice que ya se encuentra vacío. Ese es otro motivo, para nada menor, por el que se van, ha crecido la delincuencia -que es escasa en estos lugares- en los alrededores, porque si bien la policía ya no puede entrar a la plaza –el último desalojo fue cuando el Barcelona ganó la final de la Champions para permitir los festejos-, la represalia es precisamente esa: permitir, e incluso incitar, a los lumpen de la ciudad a circular por los alrededores para generar mal ambiente en la plaza, un lugar de paso de casi todos los turistas que visitan la ciudad.
La prensa formal tampoco ayuda. Albert cuenta que se realizó un esfuerzo enorme para conseguir los 6 mil euros que cuesta comprar una página en los periódicos de distribución gratuita para publicitar lo que sucede, porque las principales empresas de multimedios periodísticos no tienen ninguna intención de informar al respecto. Pero esta compra de publicidad tampoco sirvió porque de inmediato las telefónicas pusieron más dinero sobre la mesa para evitarlo.
Los indignados cuentan además con una carpa de prensa, que entrega información general sobre eventos y demás actos e invitan a quienes se acercan a preguntar, a que ingresen en el blog acampadabcn.worldpress.com para obtener más información. El blog adapta la parte final de su nombre para el resto de las ciudades en las que se aglomeran para protestar en contra del modelo neoliberal que ha provocado la crisis, cuyo precio siempre terminan pagando los trabajadores
La lluvia sigue cayendo sobre Barcelona mientras los indignados siguen levantando el campamento. Una bandera grita que “ya no pueden detener la revolución que ha comenzado”. Mañana comenzará una nueva etapa de la protesta, mucho más dispersa, pero seguramente, y ojala, no menos efectiva.

jueves, 9 de junio de 2011

I LOVE BARCELONA

El turista baja del avión e inmediatamente los carteles lo conducen a la salida por la que circula el T1, el cómodo bus que en quince minutos lo lleva al centro y que termina su recorrido en Plaza Catalunya. Para el lado de los cerros comienza la gran ciudad, el círculo financiero y económico. Para el otro lado, en donde se encuentra el Mediterráneo, comienza La Rambla.
La Rambla es un boulevard muy ancho, de unas diez cuadros a lo largo de la cual hay una gran diversidad de negocios. Desde viveros, diarieros y quioscos hasta estatuas vivientes y performers. Tal vez sólo la distribución y la variedad de etnias que la llenan sea la principal diferencia con la calle Florida. Tanto en los coloridos comercios ubicados frente a ella como sobre los cuerpos de los transeúntes, se lucen las remeras culé con la “10” de Messi en la espalda o las totalmente blancas, con la leyenda “i love (pero con un corazón dibujado en lugar de la palabra) BCN, el diminutivo del nombre de la ciudad.
La población local de estos alrededores pertenece a pakistaníes, afganos y marroquíes. Sobre la rambla se los ve de día con un pito que imita los sonidos de una extraña cruza entre gato y rata, vendiendo globos y una suerte de bicho que se dispara hacia arriba unos metros y el giro de sus alas emite un atractivo tirabuzón de luces. Por la noche, estos mismos vendedores ofrecen la lata de cerveza a un euro y por lo bajo, susurrando, inducen a la compra de cocaína y hachiz, sin importarles demasiado el idioma de sus interlocutores.
Por la mañana, La Rambla luce más pacífica. Muchos negocios están cerrados y los caminantes lucen saco y corbata. Los vehículos de limpieza trabajan en equipo para dejar impecable el lugar. Porque en un rato, cerca del mediodía, La Rambla comenzará a llenarse de rubias nórdicas clonadas, las más diversas etnias raciales y culturales y muchas remeras blancas que nos dicen que amamos a Barcelona.