domingo, 23 de octubre de 2011

NZ


UNO

Llegas a Auckland casi de casualidad, después de pasar un muy mal rato en Suiza por una multa que le pusieron a tu amigo en Inmigraciones y un calor enorme en Hong Kong, destinos extraños si los hay, que implica casi la pérdida del vuelo y una erogación de todos tus ahorros en un pasaje de salida del pais a donde vamos, por ley del departamento de inmigraciones de NZ; y sin tener ninguna conciencia del gran acontecimiento que está revolucionando al pais entero.

DOS

Al principio todo es nuevo: la cordialidad inmediata, el sentido de circulación en las calles (que parece una descripción más, pero aseguro que es realmente impactante), la tecnología. Los que conocen bastante el pais dicen que Auckland no es Nueva Zelanda. Se refieren a que los paisajes que acogen las múltiples islas tienen poco que ver con la artificialidad de esta ciudad, mezcla rara entre una arquitectura antigua, a la europea, y otra muy moderna, a la americana, con grandes e imponentes edificios que se ven a la legua. El diseño urbano de la ciudad delata una gran planificación. Repleta de parques que dibujan mucho verde por doquier y una flora diversa que llama la atención, con árboles de los que le crecen vida.

TRES

El inglés es el idioma que utiliza la gente para comunicarse. Si bien el pais está dividido entre los maories, el pueblo indígena originario, y los kiwis, los nativos aquí luego de la colonización inglesa, tanto la prestigiosa universidad como el nivel de vida cultural y económico que se vive son una tentación para los habitantes de los paises del sudeste de Asia, que no tienen las mismas posibilidades en sus respectivos estados y vienen en busca de un estatus mas elevado. Así que ya de por sí, la ciudad está plagada de etnias que hablan cada una su inglés, el idioma que se ha convertido en universal para la comunicación entre personas, pero cuya riqueza en la cual radicaba gran parte de su belleza se ha ido degradando hasta llegar al punto de convertir casi en ilegible un texto de Shakespeare. A pesar de esto, es precisamente por ese ambiente universitario que en la ciudad se respira un clima alegre; con gente que sonrie mucho y siempre saluda por la calle.

CUATRO

El mundial de rugby es el acontecimiento del momento aquí. Durante poco más de un mes, como auguran los carteles que predican el lema de la competición, “the World is here to play”, el mundo entero tiene los ojos puestos en estas pequeñas islas que se encuentran al margen del mapa-mundi, obnubiladas por su vecino canguro. Resulta que los All Blacks no ganan un mundial desde 1987, a pesar de mostrarse invencibles. A Australia, su eterno rival y gran potencia en este deporte, lo pasaron literalmente por encima; incluso mostrando errores relacionados con la presión, algo lógico en instancias tan importantes.

CINCO

Los partidos de las semifinales son transmitidos en vivo en la zona portuaria, en un gran predio en el que se montan un escenario para los espectáculos previos y pantallas gigantes. Diversidad de nacionalidades, edades y estilos se mezclan con la única idea de pasar un buen momento. Tras los encuentros, la gente se mueve descontrolada por las calles, con algarabía; en paz con todo y todos.

SEIS

En la semana, te encuentras en la casa de unos chilenos que viven aquí y te invitaron a tomar unas copas. De repente, conversando de cualquier cosa con un brasileño, te comenta al pasar que se coló en el partido entre Francia y Gales que puso a los azules en la final; que solo hay que saltar una valla de un metro. Una pena que te tienes que ir a otro pueblo porque necesitas trabajo de inmediato. Pero al otro día aparece la posibilidad de trabajar en el hotel un par de horas diarias para bancar la estadia; parece un buen intercambio y la oferta del brasileño para ver la impactante (única) final, en estos tiempos en que los espectáculos deportivos cobran una importancia sideral, empieza a sonar de otra manera.

SIETE

Después del almuerzo, salimos a la calle y nos encontramos un mundo de gente. Salvo unos pocos que lucen los colores galos, el resto de la ciudad está teñida de blanco y negro, los colores de la camiseta de los All Blacks; los colores históricos de este pueblo de guerreros que antes de cada partido intimidan a sus rivales con la danza que utilizaban para auto-motivarse antes de cada batalla; los colores que poco tienen que ver con los que le pusieron los britanicos a la bandera con la que quieren adueñarse de una identidad que está arraigada en las raices mas profundas de los habitantes. Caminamos con la masa de gente hacia el estadio que se encuentra en las afueras, a unos cinco kilómetros que dentro de un simple texto parecen muchos, pero entre la euforia y la locura se recorren en un santiamén.

OCHO

Lo que queda al final, es ver desde donde se pueda, el desenlace de esta historia. La recomendación es que no se lo pierdan.