martes, 21 de junio de 2011

Mas del diario!

14 de junio

Palma; Son Sardina; Cala Ratjada

Palma es una gran ciudad en miniatura. Aún no hemos podido recorrerla demasiado pero por lo que vimos está dividida entre la parte del casco histórico, que vendría a ser el centro de la ciudad y tiene una pequeña playa que es la que usualmente utiliza la gente de aquí. Para el este se encuentra la playa del Arenal, a unos 10 minutos en bus, y el lugar en sí es puro reflejo de su nombre, pues son unos cuatro kilómetros de arena. Como la temporada fuerte aún no ha comenzado –la isla tiene mucho turismo interno y las vacaciones de verano comienzan en unos días-, aún no hay mucha multitud, pero la población de ingleses y alemanes que se acercan a buscar climas más cálidos va creciendo al igual que la apertura de puestos en los alrededores.
La movida nocturna se divide entre la parte del casco, en donde hay varios pubs para estar más tranquilo; y, al oeste, la zona del paseo marítimo, que es la avenida que linda con el puerto de guarda de embarcaciones de placer –el comercial está más al oeste aún-. Allí se encuentran los bares que te ofrecen “un chupito gratuito” para tentarte. Por supuesto los recorrimos de punta a punta para hacernos de los beneficios de ese sistema de marketing. También están en esta zona los boliches bailables, que no son muchos: Tito´s, en el cual despreciaron nuestra oferta de trabajo por no ser “italianos” y El Divino, en el que nacho trabajó (medio día).
Del resto se puede decir que es una ciudad como cualquier otra. Tiene el encanto de la parte colonial mezclado con el modernismo europeo. Y desde luego, las distancias en los mapas no coinciden con la realidad; la ciudad se puede caminar entera en un día (aunque con un poco de esfuerzo).
Nosotros estamos parando en Son Sardina, un pueblo en el que la mayoría de las casas son residenciales, a unos 8 kilómentros de Palma (muy lejos para los habitantes de aquí), al que se llega con muy fácil acceso, todo es autopista en la isla. La casa de fin de semana de los Moyá cuenta con dos plantas, todas las comodidades imaginadas, pileta y un gran parque que nos provee naranjas, limones y nueces a montones.
La semana pasada, hartos de no tener trabajo y de no hacer absolutamente nada, tomamos coraje para conocer alguna de las playas más alejadas, recomendada por Joan. Elegimos Cala Agulla, que es una playa a la que se accede por atrás de las dunas del pueblo de Cala Ratjada. El ingreso es hermoso pues sales de los médanos para entrar en una bahía muy pequeña y de turquesas aguas para nada profundas. Pero el progreso ha llegado aquí hace rato y los hoteles que están muy cerca alimentan de ingleses -cuyo comportamiento, bajo los ojos de Hernán, es idéntico-, latas de cervezas, reproductores de audio a gran volumen y deshechos de comida por doquier. Aún así, alejándose un poco, el lugar sigue siendo un paraíso. Lo negativo para pasear en la isla es que el servicio de transporte siempre tiene su último retorno a la capital demasiado temprano, teniendo en cuenta que el crepúsculo no se divisa sino después de las diez de la noche.
Y eso es todo por hoy.

viernes, 10 de junio de 2011

Uno mas periodistico....


A las calles!

Los indignados de la Plaza Catalunya comienzan a levantar el campamento. La charla-debate a cargo de Arcadi Oliveras, profesor de economía, se suspendió por la torrencial lluvia que comenzó a caer en el atardecer del martes sobre Barcelona. Una verdadera pena porque por la mañana Albert me había dicho que “era el que valía la pena escuchar”.
Albert pertenece al sindicato de los trabajadores telefónicos desde hace veinte años. Hace un par de meses el gremio contaba con 75 mil empleados; hoy se ha reducido a unos 20 mil y la cúpula del sindicato ya firmo el ERO que es el acuerdo con las patronales, a través del cual se negocian los despidos, y que generará unos 6 mil nuevos desempleados próximamente. Las patronales son principalmente Movistar y Vodafone y forman un oligopolio en el que cada empresa cuenta con una porción del negocio, de manera que, pase lo que pase, todas salen siempre ganando en la distribución de las ganancias.
Esta carpa es la única en la que hay un sindicato porque, en general, son comisiones que se juntan a discutir la manera en la que la crisis, y las decisiones políticas que han surgido a partir de ella, los ha afectado y cómo pueden afrontar los nuevos desafíos en cada rubro.
Albert cuenta que después de varios debates han considerado que el acampe en la plaza ya cumplió un ciclo y ahora tienen que encontrar nuevas formas de canalizar las propuestas. Es por eso que levantan todo y comienzan a militar en los barrios, para intentar crear una conciencia en la sociedad. Mientras me habla, un linyera pasa cerca e investiga un paquete de cigarrillos que está apoyado en una silla. Albert le dice que ya se encuentra vacío. Ese es otro motivo, para nada menor, por el que se van, ha crecido la delincuencia -que es escasa en estos lugares- en los alrededores, porque si bien la policía ya no puede entrar a la plaza –el último desalojo fue cuando el Barcelona ganó la final de la Champions para permitir los festejos-, la represalia es precisamente esa: permitir, e incluso incitar, a los lumpen de la ciudad a circular por los alrededores para generar mal ambiente en la plaza, un lugar de paso de casi todos los turistas que visitan la ciudad.
La prensa formal tampoco ayuda. Albert cuenta que se realizó un esfuerzo enorme para conseguir los 6 mil euros que cuesta comprar una página en los periódicos de distribución gratuita para publicitar lo que sucede, porque las principales empresas de multimedios periodísticos no tienen ninguna intención de informar al respecto. Pero esta compra de publicidad tampoco sirvió porque de inmediato las telefónicas pusieron más dinero sobre la mesa para evitarlo.
Los indignados cuentan además con una carpa de prensa, que entrega información general sobre eventos y demás actos e invitan a quienes se acercan a preguntar, a que ingresen en el blog acampadabcn.worldpress.com para obtener más información. El blog adapta la parte final de su nombre para el resto de las ciudades en las que se aglomeran para protestar en contra del modelo neoliberal que ha provocado la crisis, cuyo precio siempre terminan pagando los trabajadores
La lluvia sigue cayendo sobre Barcelona mientras los indignados siguen levantando el campamento. Una bandera grita que “ya no pueden detener la revolución que ha comenzado”. Mañana comenzará una nueva etapa de la protesta, mucho más dispersa, pero seguramente, y ojala, no menos efectiva.

jueves, 9 de junio de 2011

I LOVE BARCELONA

El turista baja del avión e inmediatamente los carteles lo conducen a la salida por la que circula el T1, el cómodo bus que en quince minutos lo lleva al centro y que termina su recorrido en Plaza Catalunya. Para el lado de los cerros comienza la gran ciudad, el círculo financiero y económico. Para el otro lado, en donde se encuentra el Mediterráneo, comienza La Rambla.
La Rambla es un boulevard muy ancho, de unas diez cuadros a lo largo de la cual hay una gran diversidad de negocios. Desde viveros, diarieros y quioscos hasta estatuas vivientes y performers. Tal vez sólo la distribución y la variedad de etnias que la llenan sea la principal diferencia con la calle Florida. Tanto en los coloridos comercios ubicados frente a ella como sobre los cuerpos de los transeúntes, se lucen las remeras culé con la “10” de Messi en la espalda o las totalmente blancas, con la leyenda “i love (pero con un corazón dibujado en lugar de la palabra) BCN, el diminutivo del nombre de la ciudad.
La población local de estos alrededores pertenece a pakistaníes, afganos y marroquíes. Sobre la rambla se los ve de día con un pito que imita los sonidos de una extraña cruza entre gato y rata, vendiendo globos y una suerte de bicho que se dispara hacia arriba unos metros y el giro de sus alas emite un atractivo tirabuzón de luces. Por la noche, estos mismos vendedores ofrecen la lata de cerveza a un euro y por lo bajo, susurrando, inducen a la compra de cocaína y hachiz, sin importarles demasiado el idioma de sus interlocutores.
Por la mañana, La Rambla luce más pacífica. Muchos negocios están cerrados y los caminantes lucen saco y corbata. Los vehículos de limpieza trabajan en equipo para dejar impecable el lugar. Porque en un rato, cerca del mediodía, La Rambla comenzará a llenarse de rubias nórdicas clonadas, las más diversas etnias raciales y culturales y muchas remeras blancas que nos dicen que amamos a Barcelona.